Hace 10 años del suceso trágico del 6 de febrero de 2014 en el que a 14 migrantes les fue arrebatada la vida cuando trataban de cruzar a territorio español desde Marruecos. He tenido la suerte de unirme y expresar la rabia y el dolor colectivo en Ceuta el 3 de febrero y de gritar bien fuerte ¡Verdad, justicia y reparación!
Impresionantes han sido las palabras de la abogada de La Merced Migraciones, Patuca Fernández, en la mesa redonda del 3 de febrero, cuando en su ponencia, al final de la mañana, nos decía, haciendo alusión a Judit Butler: todas las vidas importan, las vidas migrantes importan, las vidas negras importan y -continuaba argumentando- que la vida conectada con el sufrimiento y los afectos nos enseñan, por el contrario, que la historia hiriente desprovista de memoria nos ensaña. Por eso, lo más terrible del 6 de febrero de 2014 no fueron las muertes de los jóvenes migrantes, sino el que, a sus cuerpos sin vida, se les negara el rescate y aparecieran después sin rostro en las playas de Ceuta, como vidas que no importaron y a las que se les desproveyó de la humanidad, que se expresa a través del rostro.
El Tarajal, desgraciadamente, se va convirtiendo en un encuentro obligatorio mientras las autoridades correspondientes continúen negando justicia a las víctimas, familiares, amigos y supervivientes de aquel día.
Asistir al Tarajal cada febrero con la Asociación Elín, con nuestras hermanas de Ceuta, con Pro Derechos Humanos de Andalucía, principales mentores de la memoria de sufrimiento, de la urgencia de investigar la verdad y, sobre todo, de la imperiosa urgencia de reparar a las víctimas de los hechos acaecidos, supone un compromiso por la justicia, de caridad política, de solidaridad, con el que me encuentro totalmente identificada y nuestros documentos así lo expresan.
No puedo olvidar tampoco las palabras de Viviane Ogou en las que se nos acusaba al norte global de la opresión que ejercíamos sobre África. Primero con el colonialismo, que terminó legalmente en los años 60, pero sin ningún cambio político, social ni económico. Y ahora, con el neocapitalismo, heredero de un sistema esclavista, que continúa teniendo esclavos a los gobiernos africanos, más pendientes de las subvenciones al desarrollo que de la situación de precariedad de sus ciudadanos. La gestión militarista de las fronteras del norte global, dificultando el paso de las personas migrantes, está ocasionando 18 muertes diarias según la Asociación Caminando Fronteras. Las inversiones en seguridad dificultan los pasos fáciles y desvían a las personas a buscar rutas alternativas que las conducen a la muerte segura.
Las costas de Cádiz son testigos de los 150 migrantes muertos durante 2023 y de algunos más cuyos cuerpos no aparecieron y permanecen en el olvido. Personas sin rostro, personas que no importan, personas cuyos familiares esperan probablemente una llamada de teléfono. Personas que, un año más, nos empeñamos en nombrar y renombrar para que, con nuestra memoria, contribuyamos a la dignificación que se les niega.
Tarajal, nombre de playa, de paso fronterizo, se está convirtiendo en un espacio y en un símbolo de solidaridad, de fraternidad, de empatía con el dolor que continúa asolando la vida de quienes todavía están esperando del gobierno español y de sus instituciones, Verdad, Justicia y Reparación.
Cati Bueno, Vedruna, Eje JPIC