La Hermana General María Inés García abre el Capítulo General 28 con un inspirador saludo de apertura

Este 16 de julio de 2023, marcó el inicio del muy esperado Capítulo General XXVIII para nuestra congregación. La Hermana General, María Inés García, recibió a las hermanas de todo el mundo con un poderoso saludo que resonó en el corazón de todas las presentes.

A continuación, citamos sus palabras:

Bienvenidas hermanas a este Capítulo 28 en la festividad de la Virgen del Carmen. Estamos en esta tierra de Vic junto a Joaquina y a muchas hermanas que en la historia nos han precedido. Impresiona mucho sabernos herederas de un carisma con tanta vida.

Hemos sido convocadas desde lugares lejanos y cercanos para vivir este acontecimiento de Familia universal. Es una gracia muy grande participar de este encuentro presencial, poder mirarnos a los ojos, tocarnos y abrazarnos. El capítulo somos una representación de la Familia Vedruna en el mundo de hoy y en esta historia.

En primer lugar, os doy las gracias por estar aquí, y tengo la certeza de que entre todas iremos tejiendo esta comunidad capitular, día a día, en la oración, la eucaristía, la escucha, los diálogos, los trabajos, las asambleas. También en los ratos de convivencia informal, en la mesa, los pasillos, pidiendo ayuda y ofreciendo colaboración.

Ir tejiendo esta comunidad capitular es fundamental para alcanzar los objetivos que nos han traído aquí, que nos hagamos conscientes de la realidad de nuestra congregación, de la sociedad en la que vivimos, de la iglesia que formamos parte. Y para que nos hagamos cargo de que nuestra aportación personal, comunitaria y congregacional es importante para el presente-futuro del Reino de Dios. 

Un capítulo es obra del Espíritu y se nos invita a vivirlo desde la humildad para dejarnos conducir por el Señor, para dejar a Dios ser Dios. 

En el capítulo se trata de vivir la fe, la vida es un don gratuito que, que a su vez nos pide osadía y creatividad.

El capítulo es un compromiso con la esperanza. Dios con su amor gratuito ha estado presente y activo en nuestra historia. Está a nuestro lado y nos invita a ir hacia adelante con mirada amplia y abierta. 

Estamos viviendo nuestra vida consagrada en un momento de la historia muy complejo. Sabemos que estamos en medio de una crisis que decimos que puede ser una oportunidad de “nacer de nuevo” como Jesús le dijo a Nicodemo. Tenemos esta confianza y así debe ser. 

Pero nos preguntamos: ¿qué significa esto? ¿Cómo será? 

Hemos pasado un tiempo especial, con la pandemia, y nos ha traído una nueva conciencia de nuestra vulnerabilidad. Éramos conscientes de nuestros límites, pero captar lo que nos puede suceder, en un breve tiempo que cambie tanto nuestra vida, ha sido algo diferente. Nos creíamos seguros de nosotros mismos y de nuestras posibilidades. 

Abrazar la vulnerabilidad que hemos experimentado puede ser el inicio de un camino de trasformación. La vida Religiosa no necesita solo cambios, que también son importantes, estamos necesitadas de algo más profundo. Nos encontramos en una encrucijada, y tenemos dos opciones. Podemos optar por reforzar nuestras defensas y resistir permaneciendo en la vida fácil o podemos optar por abrazar nuestra vulnerabilidad y juntas dar a luz una nueva forma de ser. 

¿Qué significa abrazar nuestra vulnerabilidad y su potencial transformador? 

Podemos felicitarnos por elegir para el capítulo un tema como el “nacer de nuevo”. Un tema contrario al paradigma predominante de nuestro mundo actual. Abrazar nuestra vulnerabilidad nos habla de la esencia de la humanidad y del corazón mismo de la transformación. Exige que abracemos la totalidad de nuestro ser: la belleza y la oscuridad de la vida, el ciclo completo de la entrega, la gestación y el nacimiento, y todo tipo de angustia y amor. 

En otras palabras, abrazar nuestra vulnerabilidad no es cuestión de si nos gusta o no ser vulnerables. La pregunta es: ¿Podemos descubrir su valor? 

¿Qué es lo que estamos buscando? ¿Cuál es el deseo más profundo o el anhelo más urgente al planificar el futuro de nuestra congregación y nuestro propio futuro personal? 

Nuestro futuro depende de nuestra capacidad para tomar decisiones sabias. Necesitamos reconocer la vulnerabilidad colectiva que todos debemos afrontar y asociarnos en este trabajo de transformación. Nuestro futuro depende de nuestra voluntad de unirnos a través de la colaboración intergeneracional, interdisciplinar, interreligiosa e intercultural.

Estamos atravesando un tiempo oscuro de incertidumbre y desconcierto como la Iglesia, y la VC en muchos lugares. Cuando la noche es más oscura está más cerca la claridad del nuevo día. Así nos toca avivar nuestra fe como Nicodemo y preguntar al Señor de la vida, ¿cómo será posible este nuevo nacimiento?

No podemos avanzar hacia el futuro sin honrar nuestro pasado, nuestras matriarcas y nuestras tradiciones; pero no podemos quedarnos ahí. Si realmente honramos a quienes nos han traído hasta el día de hoy, debemos hacer por la próxima generación lo que nuestras matriarcas hicieron por nosotros: debemos dar espacio a lo nuevo.

Cambios profundos y globales

Se está produciendo un gran cambio en nuestro hogar planetario. ¿No lo percibimos? Una mezcla de circunstancias naturales y circunstancias provocadas por el hombre ha llevado a nuestro planeta a un punto de inflexión: el calentamiento global, el aumento del nivel del mar, la extinción de especies y las corrientes de inmigración. A la crisis climática, podemos sumar la pandemia, las heridas enconadas del racismo y el clasismo, la trata de personas y la esclavitud, la injusticia económica, la violencia, la guerra y las políticas tóxicas y polarizadoras que nos están poniendo a todos nosotros colectivamente, de rodillas.

En esta situación mundial el cambio es muy necesario, pero no es suficiente Se nos invita a la transformación interior, que cambia el sentido y el objetivo de nuestra vida. Haciendo un recorrido, un peregrinaje con horizonte y suelo, con pasos concretos a dar.

En toda crisis hay una encrucijada de gracia

La crisis precede a la transformación Todos hemos pasado por aquí, donde la tierra se desplaza debajo de nosotros y nos pone de rodillas, solamente para ser transformados, no simplemente cambiados. Recordemos por un momento una encrucijada en nuestra propia vida, una del pasado o una actual. Puede ser una enfermedad grave, un cambio de destino, la muerte de un familiar o amigo cercano.

Estas experiencias de “tocar fondo”, son el punto en el que nos vemos obligados a admitir que hay un problema grave y necesitamos pedir ayuda. No es momento de tirar la toalla, sino de reconocer que, solos, no podemos lograr nuestra propia sanación o abrir una nueva puerta al futuro. 

Cuando tocamos fondo, empezamos a saber qué es realmente real, quién está ahí con nosotros y quién no, quién cree en nosotros y quién no. Cuando tocamos fondo y finalmente aceptamos la situación que nos ha tocado vivir, empezamos a hacernos preguntas para las cuales no hay respuestas inmediatas, pero sí respuestas que debemos encontrar. 

La crisis se puede convertir en una encrucijada de gracia, si bien es un lugar doloroso, puede ser simultáneamente un lugar profundamente liberador en el cual permanecer, si lo permitimos

La buena noticia es que la vida religiosa no se está muriendo; se está transformando, tal como lo ha hecho a través de muchos cambios desde el tiempo de Jesús. ¡La buena noticia es que somos parte de este gran cambio! Sin duda, estamos trabajando intensamente para dar sentido al futuro y planificarlo

La buena noticia es que la muerte, si bien es parte de esta transición, no tendrá la última palabra. Esta transformación cíclica es natural en todos los sistemas vivos. La muerte nunca es la última palabra; siempre es un nuevo comienzo. Esta es la promesa de Dios: “Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí vivirá, aunque muera; y todo el que vive y cree en mí no morirá jamás. ¿Crees esto?» (Juan 11,25-26). 

La Vida Religiosa resurgirá. Pero hay decisiones difíciles por delante, y no soluciones rápidas o soluciones fáciles para usar y tirar. Todas las opciones que tenemos exigirán trabajo duro. No hay escapatoria. El único consuelo, es que Dios está con nosotras y nunca nos ha abandonado. Este es el pacto de Dios. 

Nuestra atención tiene que ir hacia dos tipos de transiciones. La primera será una personal, transiciones que nos cambian la vida, pasada o presente. La segunda será la transición que las comunidades y las congregaciones estamos ahora afrontando. Será oportuno aprovechar las experiencias personales como un medio que nos ayude a comprender lo que nuestras comunidades y la Familia Vedruna estamos afrontando ahora. 

También algunos autores llaman a esto un “tiempo de umbral, cuando nos movemos de un tiempo y una conciencia a otra. Es un espacio “liminar” donde podemos hacer “conexiones más profundas con lo divino”.

La gracia florece en todos los rincones y huecos de la creación, pero nunca somos tan conscientes de su presencia y tan receptivos a sus caminos como cuando nos encontramos en una encrucijada de este tipo. La gracia llega pidiéndolo o sin pedirlo, siendo conscientes de ello o no. Cuando llegamos a una encrucijada, individualmente o como comunidad, el dolor que debemos sufrir nos vacía. Vaciados de toda arrogancia y despojados de nuestras defensas. 

En cada encrucijada de gracia, hay una invitación más profunda. 

Una encrucijada de gracia, para las personas y las comunidades, es un lugar donde Dios pone, continuamente, ante nosotros elecciones entre la vida y la muerte. Dios nos da señales, nos suplica que escojamos la vida, pero estas elecciones siempre son nuestras. 

Las comunidades religiosas nos encontramos ahora en una encrucijada de gracia, un umbral entre lo que fue y lo que todavía está por venir. Aquí, en estas encrucijadas de gracia, hay una invitación más profunda: 

  • Elige la vida para que tu descendencia pueda vivir. 
  • Elige la vida para que puedas vivir más plenamente sea cualquiera el tiempo que te quede. 
  • Elige la vida para que puedas contribuir a la transformación de la Vida Religiosa y nuestra Casa común, desvelando a Cristo en nuestro mundo.

¿Cuál es el trabajo interior de transformación que ayuda a crear las condiciones para que la gracia actúe y para que la vida florezca? 

Se necesita valentía y libertad para arriesgarse al rechazo cuando abrimos nuestros corazones y compartimos nuestro verdadero yo con los demás. Se necesita valentía para rendirse, y como decíamos en el trabajo de las fichas, dejar ir a las personas y los lugares que en un tiempo amamos, una forma de vida que alguna vez apreciamos, para dar paso a la nueva vida. Se necesita valentía para reconciliar, ofrecer y buscar el perdón. Y para las comunidades que elijan seguir este camino, para emprender este camino del Éxodo, necesitarán líderes que acepten personalmente su vulnerabilidad y ayuden a sus hermanas a hacer lo mismo.

Los estudios transculturales sobre liderazgo dejan muy claro que las cualidades más importantes de una líder son estar conectada a la tierra, ser honesta, real y cercana. Una líder creíble es una persona con la suficiente valentía como para arriesgarse ante la posibilidad de fracasar o de parecer extraña en la búsqueda de algo más noble. Además estará dispuesta a compartir generosamente sus dones y talentos, así como sus debilidades, fragilidades y sentimientos. Estamos necesitadas de líderes compasivas, además de inteligentes. Que nos inspiren por su humanidad ¿No es eso lo que hicieron Joaquina y muchas hermanas a lo largo de nuestra historia? 

Hay tres modelos de liderazgo retratados en el evangelio de Juan: el del Buen Pastor, el de servicio (lavatorio de los pies) y el de alianza que se basa en el amor y la amistad mutuos (Juan 21 – designación de Pedro). 

Los tres símbolos son muy expresivos y necesitamos vivirlos. Quizá estamos más acostumbradas a los dos primeros, el Buen Pastor y Jesús lavando los pies a los discípulos. La sensibilidad actual nos pide ejercitarnos más en el simbolismo de “la alianza”. Donde se experimenta el amor y la amistad mutuos, en reciprocidad, igualdad y equidad.

Abrazar la vulnerabilidad es una paradoja

Abrazar nuestra vulnerabilidad es una paradoja, como tantas enseñanzas bíblicas. La interpretación literal suena a locura. Su sabiduría, para aquellos que escuchan, se encuentra perforando la realidad. “Porque cuando soy débil, entonces soy fuerte” (2 Corintios 12, 11). “Los últimos serán los primeros, y los primeros, los últimos” (Mateo 20, 16). “Porque el que quiera salvar su vida, la perderá, pero el que pierda su vida por mí, la hallará” (Mateo 16, 25).

Abrazar nuestra vulnerabilidad, vivir la plenitud de nuestra humanidad con el corazón bien abierto, es lo que nos transforma. Quienes la abrazan conocen su belleza, su potencial creativo; saben que ser vulnerables es lo que nos hace humanos y tiene el poder de sanar y transformar corazones. Aquellos que la aceptan en sí mismos pueden abrazarla en otros.

¿De qué forma estamos nosotras y nuestras comunidades abrazando la vulnerabilidad y comprometiéndonos en un trabajo interior de transformación?

Vamos concluyendo

Se está produciendo un gran cambio en nuestro planeta hogar. Las viejas historias van desmoronándose a medida que surgen otras nuevas. No hay vuelta atrás a cómo eran las cosas. 

Ahora nos encontramos en una encrucijada de gracia y tenemos una opción. Podemos reaccionar con miedo y tomar el camino conocido de menor resistencia o podemos despertar y responder con valentía en busca del camino verdadero. 

Es fácil perder la esperanza en tiempos como estos, cuando los desafíos son enormes, complejos y cambian rápidamente. La esperanza descansa en los corazones de las personas o no hay esperanza. Se trata de cargar la esperanza las unas por las otras, por las que ya no tienen esperanza y por nuestro mundo en el que la esperanza escasea. 

El mundo no sólo necesita esperanza, sino de nuestra participación activa como agentes de transformación. ¿Qué podría ser más necesario ahora que encarnar la sabiduría en un mundo cada vez más desligado de la verdad, hipnotizado por los medios y manipulado por políticos egoístas?

 Necesitamos la presencia compasiva en nuestro mundo herido. Necesitamos modelos de comunidad viva en un mundo que parece estar más interesado en construir muros que puentes. ¿Qué podría ser más necesario ahora que encarnar los valores del Evangelio: amor, bondad, inclusión, reciprocidad, perdón, justicia y misericordia en un mundo tan polarizado y propenso a la violencia?

El mundo nos necesita ahora como levadura, y sal que Dios puede usar para transformar el mundo. No importa la edad, la misión o las circunstancias, podemos ser una presencia que transforma. 

Transitando estos caminos tendremos la oportunidad no sólo de dejarnos transformar, sino que contribuiremos a la gestación de una nueva vida religiosa, un nuevo mundo que se agita. Pondremos nuestra marca en este gran cambio y agregaremos una página a la historia continua de la creación. 

En este capítulo, se nos invita a “nacer de nuevo” soñando juntas la visión de nuestra Familia Vedruna en el horizonte del segundo centenario de la Fundación. 

Y alentándonos mutuamente en nuestros corazones para dejar ir los lastres que acarreamos y así poder acoger con libertad y alegría lo que el Señor quiera regalarnos. 

Pedimos a María en la Eucaristía que, seguidamente vamos a celebrar, que nos acompañe en este recorrido para ser discípulas de su Hijo Jesús, a su modo.

Muchas gracias, merci, thank you very much, arigato, obrigada, gracies, eskerrik asko 

Puedes descargar el saludo de la Hermana General, María Inés García

ESPAÑOL CLIC AQUÍ

ENGLISH CLICK HERE

FRANÇAIS CLIQUEZ ICI