Un abrazo que perdura: El legado de Joaquina en la vida de Dario Nasilli

Próximo el 22 de mayo, fiesta de Santa Joaquina, publicaremos este testimonio en nuestra revista DIÁLOGO Y ENCUENTRO en su no 33 de junio. Creemos que, la vivencia de Dario Nasilli, director del Colegio “Niño Jesús” Ikastetxea, Vitoria-Gasteiz (España) puede contribuir a celebrar nuestra fiesta 2023 con renovada cercanía y empatía con Joaquina, inspiradora de nuestro ser y hacer cotidianos.

Hay encuentros que cambian el rumbo y el sentido de una vida. Para mí, uno de estos encuentros fue el que tuve con la figura de Santa Joaquina.


Todo comenzó hace quince años cuando me llamaron para dar clase en un colegio Vedruna, el colegio del Niño Jesús en Vitoria-Gasteiz (España). Hasta entonces no tenía ni idea de quién era Joaquina de Vedruna. Fue cuando empecé a dar los primeros pasos en esta nueva realidad, al lado de personas que transmitían alegría, ilusión y pasión educativa, que comencé no solo a conocer, sino a apreciar y sentirme parte de la familia Vedruna, compartiendo los mismos valores y estilo de vida. En especial, las Hermanas Carmelitas, que entonces estaban todavía activas en el colegio, me contagiaron la alegría de ser Vedruna.


Desde aquellos inicios hasta hoy muchas cosas han cambiado, pero no la esencia, que permanece siempre; un hilo conductor ha acompañado mi trayectoria personal, familiar y profesional: la referencia a Jesús de Nazaret, que Joaquina siguió en su vida, encarnando el evangelio, la buena noticia para los pobres, necesitados y marginados de su tiempo, en especial las niñas pobres y los enfermos.

En mi camino ha habido una experiencia que ha marcado un antes y un después con relación a mi dimensión más profunda: el curso de formación Raíces Vedruna en febrero de 2017. Y concretamente, la posibilidad de pasar un tiempo de silencio y reflexión en la cuna de la espiritualidad Vedruna, en el Manso Escorial, rezando ante las vigas en forma de cruz del suelo del desván. Lugar que, para los que conocen la vida de Joaquina, no puede pasar desapercibido. Probablemente es allí donde se fraguaron los proyectos que el buen Jesús tenía para la viuda de Mas, la fundadora que tantas dificultades, pruebas, obstáculos y desafíos conoció en su vida y que siempre afrontó desde la profunda confianza en Dios.

En mi vida diaria Joaquina me acompaña con su presencia, su mensaje y su ejemplo. Tengo en mi despacho un cuadro con su imagen y una frase que me repito a menudo, porque me reconforta y me anima a seguir en la misión que me ha sido encomendada dentro de la escuela Vedruna. “Ánimo y confianza, que todo saldrá bien, mejor de lo que pensábamos”. Más allá de esta frase, lo que me orienta y da sentido a mi día a día es el encontrarme en el silencio de la oración todas las mañanas antes de comenzar mi trabajo. En ese momento, además de la palabra de Dios, suelo leer una carta del epistolario de Joaquina o algo relacionado con su biografía o su mensaje, que me orienta en las decisiones que tengo que tomar a diario.

Hace poco tiempo, preparando la publicación de un libro sobre la historia de mi colegio, me fijé en un verbo que Joaquina repite en sus cartas y que me inspira mucho: el verbo “abrazar”. A tal punto que decidí poner al libro un título evocador de la misión que la Escuela Vedruna, escuela de vida y casa de puertas abiertas, tiene que seguir cumpliendo después de casi doscientos años de andadura: “Un abrazo que perdura”. Para mí, la pedagogía del amor de Joaquina se puede conjugar muy bien con el símbolo del abrazo. Y ese abrazo es lo que más me aporta de mi ser Vedruna en el día a día.

¿Qué quiere decir para mí hoy “abrazar” como Joaquina? Intento resumirlo en tres
pinceladas.

  1. Abrazar las necesidades de los demás: En mi ámbito profesional, como director de una escuela Vedruna, siento que mi tarea es una llamada a responder a las necesidades con una mirada evangélica. Como Jesús, que miraba con compasión a la muchedumbre; que miraba con simpatía al joven rico; que miraba con misericordia a los pecadores. Hay muchas personas que llaman a mi puerta a lo largo del día para que les atienda en sus necesidades más diversas. A menudo, ante las situaciones complicadas
    que se me presentan, me doy cuenta que no tengo la solución a todo y que solo puedo escuchar, empatizar y acompañar. En una palabra, abrazar. Desde el silencio y la compasión.
  2. Abrazar desde la sencillez y la humildad: Es la profunda convicción de no tener la verdad, de ser buscador de sentido, junto con muchos hermanos y hermanas. Es disfrutar del encuentro con los más pequeños, hecho de gestos sencillos, pero cargados de luz y amor. Una de las mejores alegrías que experimento en el colegio es cuando, pasando por las clases, los niños corren a abrazarme. O cuando en familia doy y recibo el abrazo de las personas a las que más quiero y que me quieren. Estos momentos refuerzan en mí la certeza de que merece la pena desvivirse para los demás y aportar mi granito de arena para que el mundo sea un poco mejor.
  3. Abrazar con el corazón: “Todo por amor, nada por fuerza”, repite Joaquina. Es el lema que tenemos en la entrada y que acoge a toda persona que accede a nuestro colegio. Y ese es el corazón mismo del Evangelio, el mandamiento más importante, que lo resume todo. Es ser consciente de que el motor de
    la vida, para que esta tenga sentido y sea fecunda, es el amor que “nunca dice basta”. Nunca jamás. Ni ante el cansancio, la desilusión, el pesimismo o la tristeza que se pueden presentar a menudo en la rutina diaria. Solo con este amor en el corazón mi vida cotidiana se hace abrazo que perdura.

He compartido en estas breves líneas cómo intento vivir mi ser parte de la gran familia Vedruna, que agradezco con todo el corazón por lo que me ha dado y sigue dándome. Sin ella, mi vida no sería la misma.

Dario Nasilli