El jueves 30 de octubre el personal de la U.E. Colegio El Carmelo de Caracas, vivió una Jornada de Formación que invitó a mirar al otro con ojos de bondad y a construir comunidad desde la alegría.
La mañana comenzó con el “túnel de la autoestima”, una dinámica organizada por el equipo de Pastoral que resaltó la importancia de valorar positivamente a los demás, resaltando sus mejores dones y talentos. A continuación, el Rosario Vedruna, una creatividad que repetía en cada cuenta las frases de Santa Joaquina “Hagan todo por amor… un amor que nunca dice basta”, unas frases que Santa Joaquina dejó como brújula a su congregación.

Con esa misma brújula se inició la formación, guiada por la Hna. Carmen Alicia Figuera, delegada de la Congregación en el país. Su ponencia recordó que una “vida felicitante” no es un estado, sino una actitud: optar por lo positivo, descubrir el propósito que Dios tiene para cada uno y convertirse en arquitectos de felicidad para los demás.
A menos 4 meses del Bicentenario de la Fundación de la Congregación nos invitó a caminar con alegría como “principal virtud” y con la certeza de que el amor Vedruna nunca se agota. Enfatizó que vivir desde el Carisma Vedruna implica cultivar una espiritualidad integral que invita a la acogida, la fe, la bondad, la solidaridad y la ternura. La actividad «Conozco mis debilidades y fortalezas» permitió a los participantes conocer cómo nos ven los demás. Leerse a través del otro dio la oportunidad de auto examinarse para crecer y cambiar. Las respuestas a las preguntas “¿Somos felices? ¿Y los demás son felices conmigo?” nos ayudará a fortalecer la relación consigo mismo y con los demás
En este camino de sinodalidad, debemos trabajar unidos, con alegría, amor, aprendiendo del otro a ser más cercanos. Divididos en grupos, se leyó el cuento “La isla de los sentimientos” y se analizó. Cada grupo eligió y se comprometió a trabajar un valor durante el mes de noviembre: armonía, amor, colaboración, constancia, unión y cercanía.
Reconocemos que llevar una vida “felicitante” no depende de la ausencia de problemas, sino de la presencia de actitudes que construyen. Implica primero encontrarse a uno mismo, reconocer nuestras fortalezas y debilidades, valorar a los demás, vivir con amor y propósito. Ser feliz y hacer feliz no es una meta individual; es tarea colectiva que se aprende y se enseña cada día, desde el aula, el pasillo o la oficina con el ejemplo. En el camino sinodal, renovar nuestro compromiso como comunidad, donde cada persona se sienta acogida y enviada a multiplicar el amor que -como repitió Santa Joaquina- nunca dice basta, es la actitud que podemos tener para ser verdaderamente felices y contagiar esa felicidad a quienes nos rodean
Candy Rodríguez Socas








