El 20 de noviembre es el Día Mundial de la Infancia. No es muy conocido en Japón, así que lo he investigado para escribir este artículo.
Fue establecido por las Naciones Unidas en 1954 con el objetivo de mejorar el entendimiento mutuo y el bienestar entre los niños de todo el mundo. Cinco años después, el 20 de noviembre de 1959, la ONU estableció la Declaración de los Derechos del Niño, que esboza lo que es mejor para los niños, y 30 años más tarde, el 20 de noviembre de 1989, se estableció también la Convención sobre los Derechos del Niño. La Convención sobre los Derechos del Niño contiene cuatro derechos: 1) el derecho a la vida, 2) el derecho a crecer, 3) el derecho a ser protegido y 4) el derecho a participar.
El lugar en el que actualmente me ocupo de los niños es la Iglesia. Algunos de los niños que se reúnen no son creyentes, pero estamos construyendo una comunidad de niños, incluyendo en ella el espíritu de sinodalidad. El líder principal se encarga por turnos del «tema del día», y los demás padres vigilan las actividades de los niños como apoyo.
Los niños que asisten a diferentes escuelas o guarderías entre semana se reúnen en la iglesia los domingos, e independientemente de su edad o nacionalidad, escuchan juntos las palabras de la Biblia, rezan y participan en actividades recreativas, y son libres de hacerlo. Cuando pasan tiempo así con sus amigos, surgen de forma natural las sonrisas y la solidaridad. Este año, además de las actividades habituales, hicimos una barbacoa en la iglesia en verano, rezamos a la luz de las velas por la noche y tuvimos una mini jornada deportiva en otoño.
Para estos niños, aunque en la escuela o en casa no se respeten los cuatro derechos señalados por la convención de la ONU, creo que la alegría de «tener amigos en la iglesia», la confianza en que hay adultos que los escuchan y la sensación de seguridad de que hay un lugar para ellos en la iglesia serán una gran fuente de fortaleza. Creo que Dios obrará a través de nuestros amigos y que creceremos mucho tanto en mente como en espíritu. Espero que la Iglesia siga siendo una familia y forme niños, que son los tesoros del futuro.
Lucia Taya Wakana