Hermana Irma Luy: 50 años tejiendo vida y esperanza en Perú

Celebrar la vida es siempre motivo de esperanza y alegría. Al conmemorar las Bodas de Oro de vida religiosa de nuestra querida Hermana Irma Luy, elevamos juntos un canto agradecido al Señor, que la llamó hace cincuenta años a seguirlo con fidelidad y entrega generosa.

El 28 de septiembre vivimos un día especialmente grato, un día que quedará guardado en nuestra memoria y en nuestro corazón: la celebración de las Bodas de Oro de nuestra querida Irma Luy.

Desde el momento en que llegamos a la Casa Vedruna, sentimos un ambiente de fiesta y cercanía. El recibimiento no pudo ser más cálido: la hermana Irma, con su sonrisa abierta y su manera tan sencilla y cercana de acoger, nos envolvió con ese cariño suyo que siempre anima y fortalece.

La Eucaristía, presidida por el Padre Edgar (el infaltable y entrañable amigo Vedruna) fue un verdadero regalo. Sus palabras, llenas de ternura y gratitud, resaltaron las virtudes de Irma e invitaron a todos a reconocer y agradecer su entrega fiel. Fue conmovedor escuchar la renovación de sus votos: con voz serena y firme, nos transmitió la fuerza de un que lleva cincuenta años sosteniéndose en la confianza del Señor. Cada palabra suya, cargada de verdad y cariño, tocó nuestros corazones.

En Irma reconocemos una vocación de alta fidelidad, que nos motiva a seguir diciendo al Señor desde nuestra propia realidad y vocación. Su vida nos recuerda cuánto bien puede hacer una entrega sencilla, sin alardes, con una palabra justa, con un gesto amable y lleno de amor.

Escuchar su renovación de votos, cargada de gratitud y sus palabras, llenas de verdad y cariño, tocó nuestros corazones.

Después de la celebración, como en toda fiesta familiar, compartimos un almuerzo fraterno, rico en sabores y aún más en risas, bromas y recuerdos. El ambiente sencillo y alegre reflejó lo que somos como familia Vedruna: una comunidad que se encuentra, celebra y se fortalece en lo compartido.

Fue un día de ternura, gratitud y esperanza. Nos quedamos con la certeza de que la vida de Irma es un regalo para todas nosotras,  y regresamos a casa con una canción en el corazón:

“Qué detalle Señor, has tenido conmigo, cuando me llamaste, cuando me elegiste, cuando me dijiste que eras mi amigo”

Olga Shimabuku y Pepi Villavicencio, laicas