Agradeciendo dones en la celebración de 50 años de vida consagrada

El día 2 de febrero se celebra la Jornada Mundial de la vida Consagrada. Esta festividad fue instituida por el Papa Juan Pablo II en 1997, con el propósito de poner en valor el testimonio de las personas que se comprometen a vivir siguiendo los consejos evangélicos. 

En 2025, año jubilar, esta jornada sigue el lema “Peregrinos y sembradores de esperanza”. Justamente este sentimiento es el que resuena tras las palabras de nuestra Hna. Veronica Hergesell, que en enero de este año ha celebrado con alegría sus 50 años de vida religiosa. Hoy compartimos su testimonio: 


Al vivir el Bautismo de Jesús, me he visto trasladada al día de mi propio Bautismo, el 18 de abril de 1954, un hermoso domingo de Pascua, ya que nací un Jueves Santo. Crecí en una familia católica, donde abundaban las expresiones de fe y las oraciones, aunque la participación en la comunidad era limitada debido a la gran distancia que separaba nuestra casa de la iglesia. Soy la primera hija de cinco hermanos: dos mujeres y tres hombres.

Desde joven, he dedicado mi vida al estudio y al trabajo, hasta que, a la edad de conocer y convivir con una Comunidad Religiosa, las Carmelitas de la Caridad de Vedruna, comencé mi Postulantado el 26 de febrero de 1975.

Este mes de enero de 2025, todas las hermanas de nuestro país nos hemos reunido. El 2 de enero, celebramos con gran alegría y profunda acción de gracias mis 50 años de Consagración. Son innumerables los motivos por los que agradezco el don de la vocación que he recibido. En primer lugar, agradezco el don de la vida, porque sin él no habría sido posible recibir otros dones. A continuación, destaco el don de mi familia, que desde los 15 años me permitió salir de casa para estudiar. También agradezco el don de la salud, pues a mis 70 años gozo de mucho bienestar

No puedo dejar de destacar en mí los dones de la alegría, del entusiasmo, la fidelidad, el servicio y el ser muy proactiva. También estoy profundamente agradecida por la presencia misionera en la que estoy comprometida, trabajando hoy junto a los más vulnerables de la sociedad, luchando por sus derechos a la salud, educación y territorio. Me refiero a los pueblos indígenas de Mato Grosso, en São Félix do Araguaia.

Por todo esto, concluyo diciendo: soy una mujer enormemente agraciada, esperanzada y feliz. Además, destaco la ayuda y visión de la Congregación, con la que siempre he tenido una gran empatía hacia la misión de esta familia religiosa. Finalmente, no menos importante, quiero resaltar la Vida Religiosa Consagrada en Mato Grosso y en el Estado de Tocantins, donde se me ha solicitado colaborar en la animación de esta obra.

Hna. Veronica Hergesell, CCV