El Día Mundial contra el Trabajo Infantil, celebrado cada 12 de junio, nos recuerda al imperativo global de erradicar el trabajo infantil en todas sus formas. Según el informe de la OIT y UNICEF titulado «Trabajo infantil: Estimaciones mundiales 2020, tendencias y el camino a seguir», 160 millones de niños en todo el mundo –97 millones de niños y 63 millones de niñas– estaban en situación de trabajo infantil a principios de 2020. Esta cifra representa casi 1 de cada 10 niños globalmente, y de estos, 79 millones realizan trabajos peligrosos que ponen en riesgo su salud, seguridad y desarrollo moral. Y por primera vez en dos décadas, los avances se han estancado, con un aumento absoluto de 8 millones de niños en situación de trabajo infantil desde 2016. La pandemia de COVID-19 ha exacerbado esta crisis, con la posibilidad de que otros 8,9 millones de niños se vean forzados al trabajo infantil debido al aumento de la pobreza global.
En este contexto, hoy el Centro Kekeli, localizado en Togo, comparte su experiencia en la asistencia de niños víctimas de violencia, abusos sexuales, explotación laboral y tráfico transfronterizo.
Los niños víctimas de la trata transfronteriza son recibidos en el aeropuerto por la Dirección General de Protección de la Infancia (DGPE) y otros socios, o remitidos por los directores de acción social de las prefecturas de todo Togo. Desde el aeropuerto, los niños son llevados a la casa de tránsito del Centro de Kekeli, donde se les aloja, alimenta y viste para estabilizarlos antes de reintegrarlos en sus familias. Los niños víctimas de explotación laboral son remitidos por terceros u organizaciones asociadas. El juez de menores es informado de la situación de cada niño acogido y emite una orden de custodia provisional. Este proceso está a cargo del responsable jurídico de la Unidad Social del Centro.
El apoyo a los niños víctimas de la trata transfronteriza y de la explotación laboral comienza con el proceso de recepción. Al llegar al Centro, los niños son atendidos por primera vez en el mostrador de recepción, donde se verifica su identidad (apellidos, nombres, fechas de nacimiento, etnia, edad y lugar de origen, entre otros datos). Según el caso, los niños pueden ser escuchados después de haberse instalado en su dormitorio, lo que les permite sentirse tranquilos antes de la fase de escucha para recabar información, a cargo de los trabajadores sociales de la Unidad Social. No es infrecuente que los traficantes hayan asignado otros nombres a los niños. Luego, se proporciona apoyo médico para garantizar la salud de cada niño, incluyendo pruebas de embarazo y análisis médicos. También se presta apoyo psicológico y educativo para asegurar la rehabilitación efectiva de las víctimas.
Durante el asesoramiento, los niños encuentran un espacio seguro y protector para hablar de sus experiencias traumáticas, su sufrimiento, preocupaciones, miedos y deseos. Esto se logra mediante sesiones de psicoterapia, grupos de debate y psicoterapia de apoyo, permitiéndoles recuperar el control de su cuerpo, tener confianza en sí mismos, volver a quererse y redescubrir el bienestar emocional.
El apoyo educativo es proporcionado por los educadores y animadores de la Unidad Educativa a través de actividades lúdicas, deportivas, de danza y gimnasia, así como salidas con las víctimas. Los niños reciben apoyo educativo para mejorar su escolarización durante su estancia en el centro de tránsito, antes de reintegrarse en sus familias y en la sociedad.
La reintegración de los niños en sus familias es un proceso colaborativo que involucra a todos los actores del sistema de protección de la infancia, incluidos los padres. Durante su estancia en el centro de tránsito del Centro Kekeli, la unidad social colabora estrechamente con los directores de las prefecturas (DP) y los trabajadores sociales del Ministerio de Acción Social de todo el país para encontrar a los padres de las víctimas. Durante el proceso de reintegración, se proporciona atención psicosocial a cada progenitor en presencia de los agentes mencionados y de los agentes locales, para asegurar que los niños se reintegren adecuadamente y no vuelvan a ser víctimas de explotación. Una vez reintegrados en sus familias biológicas, los niños son reincorporados a la escuela o, en el caso de los adultos, al lugar de trabajo, para mantenerlos ocupados. Se mantiene un contacto permanente con el niño y sus padres mediante un seguimiento posterior a la reintegración, tanto en los centros del aprendizaje o en la escuela, como a través de los directores de las prefecturas. Estos seguimientos garantizan que los niños están bien integrados y que continúan su formación sin dificultades, resolviendo cualquier problema que pueda surgir en su entorno.
El Centro de Kekeli, a través de su personal y procedimientos de apoyo, proporciona a las víctimas una atención holística para garantizar una rehabilitación eficaz. Además de la atención, cada año se implementan iniciativas de prevención para sensibilizar a niños, jóvenes y adultos sobre esta problemática, informándolos sobre las instituciones a las que pueden acudir si son víctimas o testigos. La atención es crucial en la lucha contra esta dura realidad, pero también es necesario implementar iniciativas de sensibilización para frenar la explotación infantil mediante el trabajo y la trata, cuyo objetivo principal es explotar a los niños en condiciones deplorables, ignorando sus derechos.



