Hoy compartimos la experiencia de voluntariado de Amaia en el poblado de Nuevo San Juan, Perú.
Salgo de Celendín el 11 de octubre y llegó a San Juan el 13, donde estoy hasta el día 30.
El tiempo que paso allí es corto y lo vivo con toda intensidad, dedicando mi tiempo a las personas que la hermana María José, de la comunidad, me dice que puedo ayudar.
María Marichi, mujer de 82 años, que lleva 4 años dependiente, sin moverse de la puerta de su casa.
Yuler, niño de 3 años, que por una caída al mes de nacer tiene discapacidad, desequilibrio, en su lado izquierdo y ojos, y que el pasado año recibió tratamiento de biomagnetismo, sigue con la parte izquierda del cuerpo sin fuerza, aunque sus ojitos están mejor.
Doña Yolanda, 65 años, que lleva una temporada que nadie sabe bien qué le pasa y que, además de no poder andar, está postrada y muy triste.
Su hija, de unos 40 años, con una lumbalgia que le está dando mucho malestar.
A diario hago tratamiento a esas personas, a excepción del niño por no conseguir ponerme de acuerdo con su madre, y en su lugar hago tratamiento a la hermana que está conmigo en la casa.
Por la mañana hacía a dos personas y por la tarde a las otras dos.
Puedo decir con alegría y emoción que a la señora María la dejé andando y haciendo cosas que no ha hecho en los últimos cuatro años, como poder bañarse ella, partir pollo, pasear con su marido…, y mucho más. La Señora Yolanda mejoró lo suficiente para moverse y acercarse a alguna celebración lejos de su casa, además de cambiar su gesto de dolor y tristeza por una sonrisa, al verse que podía andar.
La lumbalgia de su hija mejoró.
Y la hermana que vivía conmigo todos los días descansaba muy bien el tiempo que estaba con los imanes.
Puedo decir que con instrumentos sencillos -los imanes, mis manos y la máquina de fotos- y dedicación, algunas personas tuvieron una mejora en su salud.
Estos sencillos instrumentos me acompañaron durante mi estancia en Perú y los he puesto al servicio de las personas en los sitios donde he estado, Lima, Celendín, Pucallpa y Nuevo San Juan.
Todo ello me alegra y anima a seguir compartiendo mi vida y a disfrutar de ello.
La clave “creer en lo que haces y la importancia de acompañar en el proceso”. No es poner unos imanes, como quien pone una camiseta, es compartir la camiseta.
He vuelto llena de vida e ilusión. La vuelta por Perú ha sido un gran regalo.
Amaia, Voluntaria de Ordizia, España