En el buen sabor de la fiesta del cierre del año jubilar por los 75 años de presencia Vedruna en el país, la Hermana Marita Garcés, delegada del Perú, inauguró la asamblea que se llevó a cabo del 15 al 19 de enero. Este encuentro reunió a hermanas y algunas laicas que nos acompañaron en el primer día, mientras que la Hermana Noeli Massoni del Equipo Provincial también se sumó a la reunión.
El análisis de la realidad actual fue el punto de partida, iluminado por la socióloga Pilar Arroyo. Con claridad y sabiduría, Arroyo presentó el contexto económico, político y social del país en el ámbito americano y mundial. Se destacó el momento crítico de recesión económica, afectado por el impacto ambiental, la inestabilidad política y la conflictividad social. Estos factores generan una pérdida de confianza empresarial para invertir en el país, repercutiendo directamente en los grupos más vulnerables y aumentando significativamente el índice de pobreza.
La Hermana Birgit Weiler, MMS, teóloga asesora del sínodo de la sinodalidad, estableció un paralelo entre la sinodalidad y el último documento capitular «Nacer de Nuevo». Nos guió hacia la identificación de elementos comunes que favorecen una vida religiosa sinodal en evolución. Destacó actitudes cruciales para este proceso, como la necesidad de escucha, la participación corresponsable, la interrelación y el discernimiento, fundamentales para avanzar hacia un liderazgo compartido. La conversación espiritual se propuso como método clave. Weiler dejó en nuestro corazón preguntas sugerentes, como ¿qué brotes de esperanza identificamos en nuestra vida?, ¿cómo acogemos la diversidad entre nosotras?
Un día de retiro profundizó en estas reflexiones, preparándonos para escuchar, compartir y proyectar nuestra vida y misión. Tras la presentación de la Hermana Noeli sobre el documento capitular «Nacer de Nuevo», se reconoció la necesidad de explorarlo a nivel personal y comunitario para dar paso al nuevo plan de vida y misión del país, integrando su riqueza y dinamismo.
En un ambiente de alegría, la asamblea concluyó con la celebración eucarística a cargo del hermano Edgar, un emotivo cierre que reflejó la vida y misión compartidas por las hermanas, comunidades y el país en su conjunto.
Hermanas Pilar Rodríguez e Isabel Miguélez, CCV