El pasado 2 de abril, Domingo de Ramos, los miembros de la Misión Juvenil Vedruna (MJV) de la Parroquia Jesús Resucitado del Asentamiento Humano El Ermitaño, Lima – Perú, junto con algunos hermanos y hermanas amigos de la MJV, nos despertamos temprano para participar a las 7:00 am de la procesión y misa del Domingo de Ramos y a continuación ponernos en camino.
¿Hacia dónde? Fuimos hacia una zona a las afueras de Lima, completamente desconocida para nosotras/os. Una zona severamente afectada por el desborde de una laguna debido al fenómeno de lluvias intensas y desbordes de ríos. Las inundaciones dañaron sus casas, devastaron sus terrenos de cultivo, contaminaron las aguas y los dejó aislados por el derrumbe de puentes y destrucción de los caminos.
¿Por qué fuimos allí? Porque nos enteramos por una persona de la parroquia que tiene familiares que viven allí, del caos que están padeciendo muchas familias en esa zona, formada por 3 pueblitos: Licahuasi, Collo y Arahuay. Por estar en un lugar de difícil acceso, no habían recibido ayuda hasta ese momento.
¿Hacia dónde? Fuimos hacia una zona a las afueras de Lima, completamente desconocida para nosotras/os. Una zona severamente afectada por el desborde de una laguna debido al fenómeno de lluvias intensas y desbordes de ríos. Las inundaciones dañaron sus casas, devastaron sus terrenos de cultivo, contaminaron las aguas y los dejó aislados por el derrumbe de puentes y destrucción de los caminos.
¿Por qué fuimos allí? Porque nos enteramos por una persona de la parroquia que tiene familiares que viven allí, del caos que están padeciendo muchas familias en esa zona, formada por 3 pueblitos: Licahuasi, Collo y Arahuay. Por estar en un lugar de difícil acceso, no habían recibido ayuda hasta ese momento.
¿A qué fuimos? Fuimos a llevar apoyo y la contribución de varias personas amigas, conocidas y familiares que colaboraron con víveres, ropa y dinero para comprar agua potable; a llevar una palabra de esperanza; a salir a su encuentro, a tenderles la mano, a mirarles y estar con ellas y ellos.
Muchos fueron los obstáculos a superar: uno de los 3 carros que nos iban a llevar no llegó, otro no tenía fuerza suficiente para subir el cerro por el peso de los 1.120 litros de agua comprados, los puentes del camino habían quedado frágiles o semidestruidos, el camino era precario, en dos ríos no había puente… Pero ninguno de estos obstáculos bajó nuestro ánimo.
Habíamos salido decididos a encontrarnos con esos hermanos, y como siempre, por los caminos de la vida en misión, Dios jamás nos deja solos. Siempre manda sus ángeles. Lo hemos experimentado, lo hemos visto, lo hemos vivido. Varias personas se sumaron y apoyaron por el camino. Y una vez en los lugares de misión elegidos pudimos ser “sus manos y sus pies, y su corazón y ojos”, entregando todo lo que llevamos en nombre de tantos y tantas personas solidarias y amigas.
Regresamos a casa siendo ya de noche. Cansados y cansadas, sí, pero infinitamente contentos por todo lo vivido: por haberle encontrado y visto en nuestro camino, en nuestros destinos de misión y en nuestras vidas.
MJV del Ermitaño