XXIX Encuentro Educadores en Venezuela: 70 años sembrando amor que nunca dice basta

«70 años sembrando amor que nunca dice basta» ha sido el lema que nos ha marcado la pauta durante estos días del 4 al 6 de julio, donde vivimos el vigésimo noveno Encuentro Nacional Vedruna. Fue una gran alegría ir recibiendo durante la mañana a los distintos centros del país que, desde muy temprano, salieron de su lugar de origen para compartir este momento como familia Vedruna de Venezuela.

Este encuentro recogió las vivencias, experiencias y el gozo de los frutos que nos ha dejado la historia que sembraron desde las primeras hermanas hasta las que continuaron la obra de Joaquina bajo la inspiración de la Ruah Santa, agradecidos todos por este legado recibido hasta nuestros días.

El encuentro estuvo cargado de creatividad, alegría, profundidad, oración, reflexión, familia y juegos, que ayudaron a que todos nos adentráramos en un ambiente de agradecimiento y así cerrar este año de celebración de los 70 años de presencia Vedruna en el país.

Reconocimos el caminar juntos de los colegios asociados bajo la Propuesta Educativa Vedruna: Cagua: El Carmelo, Nuestra Señora del Valle y Tucusito; Caracas: El Carmelo y Guicaipuro II; Anaco: Teresita González-Quevedo; Cantaura: Santa Joaquina; Bolívar: Caroní y Santa Joaquina.

Nos reunimos 106 personas que reflexionamos sobre cómo reavivar el compromiso por y con las jóvenes generaciones, renovando la pasión por una educación más abierta e incluyente, capaz de la escucha paciente, del diálogo constructivo y de la mutua comprensión. Todo esto para unir los esfuerzos por una alianza educativa amplia con el objetivo de formar personas maduras, capaces de superar fragmentaciones y contraposiciones y reconstruir el tejido de las relaciones en los centros donde cada uno hacemos vida, esto es, pactar juntos.

El reto propuesto es que «se piense en armonía con lo que se siente y se hace»; «se sienta en armonía con lo que se piensa y se hace», «se viva en armonía con lo que se siente y se piensa». Una armonía plena, para vivir en armonía el carisma en nuestra persona, entorno y localidad, valoremos lo que somos, tenemos, y lo que juntos/as como familia podemos llegar a ser, haciendo realidad lo que Santa Joaquina decía: «Ojalá estuviéramos todos abrasados en el amor de Jesús, de manera que pudiéramos encender todo el mundo».

Nos dice el documento de Aparecida en el Nº 278: «El discípulo, a medida que conoce y ama a su Señor, experimenta la necesidad de compartir con otros su alegría de ser enviado, de ir al mundo a anunciar a Jesucristo, muerto y resucitado, a hacer realidad el amor y el servicio en la persona de los más necesitados, en una palabra, a construir el Reino de Dios. La misión es inseparable del discipulado, por lo cual no debe entenderse como una etapa posterior a la formación, aunque se la realice de diversas maneras, de acuerdo a la propia vocación y al momento de la maduración humana y cristiana en que se encuentre la persona».

Estamos felices por haber experimentado el don de la familia.

Con la celebración de envío, el personal de cada centro se dispuso a volver renovado y fortalecido para nacer de nuevo.

Profesor Giclis Santamaria