Este lunes 15 de mayo, hemos regresado de una visita a algunos caseríos ubicados al margen del río Ucayali, situado en la Amazonía peruana, lugar donde se encuentra ubicada la comunidad de Nuevo San Juan.
Nos sentimos mujeres en camino, viviendo cada día la novedad de un lugar distinto, de una comunidad distinta, de gentes diferentes, con deseos y sueños variados, buscando mejorar la vida, ser escuchadas en sus búsquedas, en sus sueños.
Hemos escuchado el susurro de sus necesidades, las alegrías de lo conseguido, los dolores de las ausencias, de los silencios de las autoridades y en muchas ocasiones de los agentes pastorales, tocamos las cicatrices que la vida les va dejando, escuchamos sus largos silencios… la vida callada y a veces ruidosa, la vida que día a día se levanta al alba con machete en mano para recorrer el camino a la chacra (campo), o en la noche para colocar las trampas en el río (redes de pesca).
Vivimos momentos de temor, dificultades propias de la itinerancia y del ir en botes pequeños por el río, de no saber dónde pasaríamos la noche, de qué podríamos comer, … disfrutamos con los pequeños detalles, con el compartir y la casa sencilla, pero abierta a nuestra presencia… descubrimos que los planes que llevábamos no sirven de mucho, pues la vida se desarrolla en lo cotidiano, en lo pequeño, en la cercanía, en las cosas concretas.
Descubrimos la riqueza desbordante de la naturaleza, la fuerza del río, la grandeza del cielo estrellado, la riqueza humana, la solidaridad hecha cercanía, acogida, agradecimiento.
Llegamos a la comunidad con nuestras mochilas cargadas de rostros, de niños alegres, de sudor y de agradecimiento, también de necesidades, de encuentros, de esperanzas.
Nuestro corazón no regresó tampoco igual, nos dice que estamos donde tenemos que estar, que es ahí donde se entreteje la vida, donde se trenzan las esperanzas, donde lo que aparentemente insignificante cobra una fuerza desbordante.
Nuestros pies se vuelven ágiles y quisiéramos hacer realidad el texto de Isaías 52, 7: ¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae buenas nuevas, que anuncia salvación, que dice a Sión: «Ya reina tu Dios!»
Hnas. Leonor Valenzuela e Isabel Miguélez, CCV