Querida Familia, ¿familia?, sí, eso somos familia, porque cada una y cada uno desde donde estamos según los diferentes roles y servicios, en un mismo corazón, vivimos y compartimos nuestra experiencia y llamados del Buen Jesús.
Hace unos cuantos días que no les escribía, pero ahora tengo la ocasión de hacerlo con motivo de la fiesta de la Trinidad que será el próximo 26 de mayo. Aunque en realidad, la razón de mi carta es porque el día 22 de este mes, ustedes se han empeñado en hacer memoria del día en que la Iglesia dice que es mi fiesta. Yo diría que es el día de la memoria, de mi compromiso con el evangelio, nacido de mi bautismo, de ser Buena Noticia donde quiera que esté.
A propósito, me gusta recordar que todavía no hace un año que, en mi casa de Vic, que es su casa, nos reunimos la Familia para revisar lo qué estamos haciendo y cómo vivimos nuestro compromiso de trabajar por la Gloria de Dios y bien del prójimo. Para mí fue una alegría grande que, después de escuchar al Espíritu, hayan descubierto que de lo que se trata es de Nacer de Nuevo. Nacer de Nuevo son palabras mayores, porque se trata de nacer del agua y del Espíritu.
Quizá si lo hacemos más sencillo, o práctico, puede ser más fácil de comprender; veamos algunos ejemplos: en las comunidades, viviendo con conciencia e intensidad el arte del encuentro, siempre pensando que la beneficiada es la misión.
En las tareas de la misión, agudizando nuestra mirada y corazón para captar las personas, espacios y realidad, que nos piden una mayor cercanía, que nos gritan la urgencia de humanización, de llegar a tejer el nosotras/os.
En las familias, fortaleciendo el amor, en la casa, con los compañeros de trabajo y con los vecinos.
En nuestro entorno, con la Madre Tierra, mirando qué desechos producimos y preguntarnos, ¿nos hace falta todo esto? ¿Qué pasa si prescindo de…? Y en sentido más amplio, involucrarnos en los grupos y movimientos que luchan por la ecología integral y cuidado de nuestra Casa Común!
Querida Familia, les animo a estar atentos a lo que está sucediendo, en sus entornos, vivimos tiempos de muchos retos, como la cultura de sinodalidad. El último documento capitular, dice así: “La sinodalidad es caminar, orar, soñar y participar juntas. Es un camino de discernimiento en común a la escucha del Espíritu. Es una llamada a la conversión personal, comunitaria y eclesial que tiene como objetivo la construcción de un mundo más justo e igualitario, la construcción de una comunidad eclesial fraterna, sororal y misionera al servicio del bien común”.
Os animo a poner vuestra mirada y oído para saber qué y cómo responder a todo lo que acontece, pues “el mismo Jesús muestra con su vida cómo la relación con el Padre, en el Espíritu, atraviesa cada decisión cotidiana o de encrucijada que toma en el camino que va recorriendo”.
“Tengan mucha confianza: todo saldrá bien, aún mejor de lo que se puede pensar. En la medida que nos esforcemos por hacer el bien, el Señor nos dará su luz para acertar y los medios que sean necesarios”
Un abrazo fraterno y sororal a ustedes.

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