Entre noviembre de 2024 y enero de 2025, las hermanas María Teresa Cuervo y María José Meira (Dedé) viajan en representación del Equipo General a la Provincia de África.
A continuación compartimos la cuarta crónica de su viaje, entre los días 2 y 16 de diciembre de 2024, donde han continuado cumpliendo el objetivo de esta visita: acercarse a la realidad de Kikwit, Kingungi y Kolokoso, en la República Democrática del Congo, conociendo y compartiendo la vida en actitud de reverencia y escucha, intercambiando miradas y visiones en clave de sinodalidad y de liderazgo compartido. También han tomado contacto con el proceso de recreación del Carisma Vedruna en esa realidad.
Cuarta etapa: República Democrática del Congo
Kikwit
El 2 de diciembre tomamos un avión de Lomé a Kinshasa, la capital de la República Democrática del Congo: desde el aire pudimos ver el río Congo, de una gran magnitud. Pasamos unos días allí con las Hermanas del Equipo Provincial, hasta el 5 de diciembre, cuando nos desplazamos en dirección al este para ir a Kikwit. Después de muchas horas de viaje por carretera, en el que cruzamos varios ríos y observamos el paisaje, las casas típicas de la región y mucha gente caminando, llegamos a Kikwit.
La comunidad de Kikwit la componen las hermanas Dovick KebaKeba Wombika, Antoinette Maba Ntonde, Micheline Mabansa Lezi, Nahomie Mayele Wosing y Anastasie Miti Luyind, con quienes compartimos momentos muy bonitos. Nuestra comunidad es una casa de acogida a las hermanas que están de paso, especialmente las de Kolokoso y Kingungi, que vienen aquí a hacer compras u otras necesidades que no pueden ser atendidas en sus realidades.
A Kikwit vienen hermanas que tienen que hacer sus estudios universitarios, ya que hay buenas posibilidades de estudios en la ciudad. También acogen a jóvenes para la etapa de mutuo conocimiento (aspirantado). Nuestras hermanas son una presencia cercana que acompaña a la gente del barrio, especialmente a los más empobrecidos; también colaboran en la pastoral de la parroquia Nuestra Señora del Rosario, donde se ubica nuestra casa. El domingo 8 participamos de la Eucaristía, que se celebró en la lengua local, y donde nos fijamos en el cuidado que se pone en las vestimentas litúrgicas y en las ofrendas: la gente tiene la costumbre de ofrecer alimentos para el sacerdote y también llevan a sus niñas o niños recién nacidos para ser presentados a la comunidad.
Durante nuestra estancia en Kikwit, también pasamos tiempo con las congregaciones vecinas y amigas: los Sacerdotes del Verbo Divino, las Hermanas Pasionistas de San Pablo de la Cruz, donde nuestras hermanas van a misa todos los días, junto con las Hermanas de San José de Cúneo, y la casa de las Hermanas de la Adolorata. Detrás de su propiedad se encuentra nuestro terreno, donde nuestras hermanas cultivan maíz, yuca y otras verduras. ¡Hay mucha amistad entre todas!
Otra visita importante fue a la casa de los Padres Claretianos, donde se va una vez a la semana a la misa que ellos celebran en la capilla, a la que nosotras pudimos asistir. También nos encontramos con el Obispo de la diócesis de Kikwit, Mons. Timothée Bodika Mansiya. Nos habló de los esfuerzos de la Iglesia para acompañar a su pueblo y responder a las necesidades extremas, buscando recursos para sus proyectos sociales, y recordó al Papa Francisco que pide que la evangelización en la Iglesia llegue hasta las periferias. Por ejemplo, en Kikwit la Iglesia está desarrollando proyectos de cooperativas para generar trabajo principalmente a los jóvenes. En la diócesis, actualmente hay 34 congregaciones de Vida Religiosa: el Obispo reconoció y valoró que nuestras hermanas están en la difícil y desafiante misión de Kingungi, donde a los sacerdotes les cuesta mucho permanecer, pero a nuestras hermanas no, siguen allí junto a aquel pueblo y también en Kikwit nuestra comunidad está en la periferia de la ciudad. ¡Eso nos ha alegrado mucho!
En Kiwit, lo que nos llamó la atención fue:
- Es una ciudad con más de 2 millones de habitantes (según nos dijo el obispo, por cálculo de un jesuita demógrafo) y todavía no tiene energía eléctrica. La población, instituciones o empresas tienen que buscar formas alternativas de obtener energía. El medio más popular son las placas solares, cuyo tamaño varía conforme la posibilidad financiera de cada familia. Los lugares más grandes tienen transformadores o generadores propios. Paradójicamente, la región está atravesada por torres de energía eléctrica que es vendida a Angola; pero el propio pueblo no tiene acceso a este beneficio.
- Las motos tienen el predominio casi absoluto del tráfico de las calles: es el medio de transporte más popular. Y llevan tanto personas como las más variadas cargas.
- Para cocinar, la gente utiliza el carbón. En nuestra casa, este se fabrica con un horno de tierra, que es un método muy utilizado por la gente para producir y vender el carbón. Somos conscientes del daño ecológico provocado por el carbón de leña, pero no hay otra salida.
- El medio de vida de algunas familias consiste en fabricar sombreros u otros utensilios con un tipo de bambú que posibilita ser trabajado artesanalmente. También lo usan para hacer camas y otros muebles.
- Las hermanas cultivan en un gran terreno yuca, maíz, cacahuetes y otras verduras como forma de ahorrar en la alimentación. También crían cerdos, patos y gallinas, como en otras comunidades.
Kingungi
El lunes 9 de diciembre salimos muy temprano de Kikwit para viajar a Kingungi, y fue una verdadera aventura. El acceso a esta comunidad es muy precario, debido a que el camino es de tierra, de modo que es completamente impredecible, hasta desaparecer en algunos puntos. El recorrido de 145 km entre Kikwit y Kingungi nos llevó 6 horas de viaje, a través de campos verdes, plantaciones y bosques de bambú. Un grupo de alumnos de nuestras escuelas mixtas de primaria y secundaria nos esperaba a nuestra llegada, para darnos una cálida bienvenida tras largas horas de viaje.
En Kingungi, nuestra comunidad se dedica a labores muy importantes. En primer lugar, las dos escuelas mixtas, de primaria y secundaria, donde tres hermanas están directamente involucradas: Philomena Masangila es la directora de la primaria, Agnes Lele es la directora de la secundaria y Marie Panga es educadora. En el hospital, en las áreas de maternidad y laboratorio, trabajan cuatro de nuestras hermanas: Ambroisine Mansi en el sector administrativo, y Judith Mbangi, Justine Nsintama y Prudence Ebengo como enfermeras. Por otra parte, también existe un internado de 34 niñas y adolescentes, sin el cual estas mujeres no podrían tener acceso a la escuela. Nuestra comunidad también se dedica al acompañamiento pastoral en la parroquia y a dar atención y acompañamiento de mucha gente, que viene a conversar con las hermanas en la casa.
Durante nuestra visita, estuvimos en primer lugar en la escuela Vedruna primaria, donde estudian 342 niños y niñas, que vinieron a saludarnos con alegría; y pasamos tiempo con la H. Philomène, directora de la escuela. Después fuimos a la escuela secundaria, que cuenta con 404 alumnos, que también nos dieron una calurosa bienvenida con un bonito discurso junto con la H. Agnes, su directora, y sus profesores.
El miércoles 11 fuimos a ver el hospital de salud pública de Kingungi, gestionado por nuestras hermanas. Allí, el equipo de trabajadores nos dio una amable bienvenida, y pudimos visitar todas las instalaciones junto a las hermanas enfermeras: Justine, Prudence y Judith.
Al día siguiente, disfrutamos de la eucaristía celebrada en la lengua local, kikongo, y del momento de los saludos después de la misa, con mucha fraternidad. Después visitamos el internado de niñas, cuyas familias viven lejos, y gracias a este alojamiento tienen la posibilidad de estudiar. Durante nuestro tiempo en Kingungi, compartimos además con la comunidad de Hermanos Josefitos de Kingungi, una congregación congolesa diocesana fundada por un jesuita, que tiene también una escuela primaria y secundaria solo para niños; con un grupo de mujeres de la Legión de María; con el párroco de la parroquia de Kingungi; con mucha gente del pueblo que acude a la casa de las hermanas; e incluso con el ministro de educación regional, que vino a pedir votos en su campaña para ser diputado.
Algunos aspectos en los que nos fijamos estos días fueron:
- El aislamiento de Kingungi es total a nivel de comunicación, porque ni siquiera funciona el teléfono. Hay que ir a 30 km del poblado para lograr señal telefónica. Internet es un sueño distante. Eso trae serias consecuencias en la misión educativa y sanadora que nuestra comunidad lleva a cabo en esa realidad.
- Los trabajadores de la escuela y del hospital son contratados por el gobierno. Los que tienen contrato reciben un sueldo irrisorio. Otros trabajan sin sueldo esperando que llegue el día del nombramiento. ¡Hay que ser artista para lograr algún parco beneficio a estos!
- La gente del pueblo tiene una relación muy cercana con nuestras hermanas. Cuando viene alguna hermana conocida, les traen regalos, ¡comparten desde su pobreza!
- El hambre en la región se hace visible en la desnutrición de niños y adultos. Hay un proyecto que se está organizando específicamente para esa dolorosa situación.
- Es frecuente una política de corrupción, con promesas descaradas de parte de políticos que nunca se cumplen. Poco a poco se va generando una conciencia crítica que ayuda a la gente a ver lo que realmente está pasando, y puedan así reivindicar sus derechos y potenciar su dignidad como ciudadanos.
- Los políticos no pierden oportunidades para sacar ventajas para ellos y solo quedarse en promesas para el pueblo. La gente en medio de sus grandes necesidades les cree, dan su voto y luego quedan en el olvido…
- Las eucaristías son amenizadas por cantos de voces preciosas y baile; por ello, son bastante largas, duran más o menos tres horas.
Kolokoso
El viernes 13 de diciembre, nos levantamos muy temprano para salir de Kingungi y dirigirnos a Kolokoso. Tanto ese trayecto como el de vuelta a Kinshasa fueron una verdadera odisea, donde pocos kilómetros que, en condiciones normales se harían en 2 horas, nos llevaron más de 10 horas, por las condiciones enormemente precarias del camino. Cuando es época de lluvia se generan enormes hoyos que imposibilitan el pasaje de los coches, camiones, autobuses, que pueden llegar a tener que esperar días hasta que sea posible el paso. Por ello, el principal medio de transporte son las motocicletas, que, en general, llevan personas y también enormes cargas que conducen con mucha creatividad y malabarismos.
Como en los otros viajes, encontramos muchísima gente en todo el recorrido, caminando a pie largos trechos, por no tener condiciones de pagar una moto u otro transporte. También en el viaje, experimentamos la solidaridad real y cercana de la gente, que nos ofreció sus casas para estar, protegiéndonos de la lluvia, mientras esperábamos que se lograse sacar el coche del atasco del barro. Las hermanas nos contaron que eso es muy natural de la gente: son solidarios sin límites, porque ¡hoy es uno el que necesita ayuda, y mañana otro!
En Kolokoso, nuestra comunidad está compuesta por tres hermanas, Jeanette Kabeya Nzusi, Rose Mputu Ntumba y Esperance Tseki Kodila; cuatro jóvenes aspirantes, llamadas Marta, Dorothee, Esperance y Annie; y tres jóvenes del internado. Todas se dedican a diversas cuestiones: una hermana trabaja en la escuela pública de Kolokoso, que es gestionada por la Iglesia y, además, orienta pedagógicamente a la H. Rose y otra educadora que acompañan a los 50 niños y niñas de nuestra escuela preescolar. Todas las hermanas están involucradas en la pastoral de la parroquia, especialmente en la catequesis; y, sobre todo, acompañan a 4 aspirantes de la formación que llamamos “mutuo conocimiento”.
El sábado 14 de diciembre lo dedicamos a pasar tiempo con nuestras hermanas y compartir en comunidad. Pasamos tiempo también con el padre, su esposa y otros familiares de nuestra H. Thecle, que vive en Perú.
El domingo 15 de diciembre, asistimos a la Eucaristía en la iglesia de la Parroquia Santo Tomás Apóstol, donde nos fijamos en las bonitas pinturas de las paredes, y una vez más disfrutamos del compartir comunitario después de la misa. Después visitamos dos sepulturas que hay al lado de la capilla de nuestra casa: la de la H. Ángeles Gracia Jimeno, fallecida en 1986, con 63 años y de la H. Florence Bindanda, fallecida en 1990, con 37 años, es la primera hermana congolesa fallecida.
Los aspectos que nos resultaron llamativos en Kolokoso fueron:
- El hambre es una realidad muy presente en la población, que lucha y resiste con bravura tantas adversidades que encuentran.
- La expresión “Matondo mingi”, en kikongo, lengua predominante de Kolokoso, significa ¡muchas gracias!
- Las hermanas crían más de 30 cerdos de raza, para ayudar en la manutención de la comunidad, además de muchas gallinas y cabritos.
- Nos quedamos inquietas… por los 90 kilómetros que hacen cada mes nuestras hermanas junioras para participar en el encuentro de junioras de la zona – más o menos 5 congregaciones. Hay ocasiones en la que tienen que dormir en el bosque porque se estropea la moto que, con dificultad, han contratado, para que las transporte
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