Mi reciente viaje a Japón fue una experiencia profundamente significativa y enriquecedora. Tras siete largos años, fue un momento de reconexión, recuerdo y renovación. Han ocurrido muchas cosas durante estos 7 años. Me entristeció ver que tantas hermanas ya se habían ido a recibir su recompensa celestial, pero me alegró ver al resto de las hermanas tan felices y llenas de vigor. También nos alegró mucho ver a nuestras prenovicias 雪婷, tan activas y dando vida a la comunidad.
Uno de los momentos más emotivos fue el encuentro con nuestras hermanas de la provincia, cuya cálida acogida y generosa hospitalidad me recordaron el hermoso espíritu de familia de nuestra Congregación. Estar con ellas, aunque fuera por poco tiempo, fue como volver a casa. Nos reímos, compartimos historias y sacamos fuerzas de la presencia de las demás. Lo que más me conmovió fue ver a nuestra hermana menor cuidando de las hermanas mayores de la comunidad. Por ejemplo, cuando se hablaba de algo en la comunidad, ya fuera la hora de las comidas o la de la conferencia, lo escribían todo en la pizarra para las hermanas que tienen problemas de audición debido a su avanzada edad.
También tuvimos la suerte de asistir a la ceremonia de clausura del 70 aniversario de nuestra escuela, Aitoku Gakuen. Fue una celebración hermosa, alegre y significativa, llena del espíritu de agradecimiento por todo lo que se ha logrado a lo largo de los años. Fue inspirador ser testigo del continuo crecimiento de la misión que todos compartimos.
Otra parte conmovedora de nuestro viaje fue la visita al cementerio donde enterramos a nuestra querida Hna. Seki. De pie en aquel lugar sagrado, me invadió un profundo sentimiento de gratitud por sus vidas y sacrificios. Fue un momento silencioso pero poderoso de oración y reflexión.
También tuvimos la oportunidad de visitar Awajishima, al otro lado del puente, donde el paisaje nos recibió con belleza natural. La visión de las flores en plena floración -tan vibrantes y vivas- me recordó el gentil arte de Dios y la tranquila alegría que nos rodea, incluso en medio de un mundo ajetreado.
Aunque el tiempo era caluroso y húmedo, cada momento se sentía satisfactorio y con un propósito. Estoy especialmente agradecida a nuestra querida Provincial, la Hna. Shirahama, por hacer que nuestra estancia en Japón no sólo fuera cómoda, sino también verdaderamente fructífera. Su esmerada atención hizo que cada detalle de nuestra visita contribuyera a una experiencia espiritual más profunda.
De hecho, este viaje fue una peregrinación del corazón y del alma.
Hna. Rosa Dabhi, ccv






